viernes, 19 de febrero de 2010

Dahman y el cordero


Dahman el benjamín de la familia con apenas trece años, hacía té en la jaima en la presencia de su madre y su hermana; cuando escuchó el balar de un cordero, como le gustaban los animales, se asomó por la puerta de la jaima. Era el primo de su madre que traía en brazos un corderito recién nacido, saludó estando aún afuera y entregó el animal al niño. Dahman sonrío y comprendió que el hombre le regalaba el cordero cumpliendo la promesa para con Dahman de que, si este último aprendía a conducir, el primo le regalaría un corderito. Al niño le empezó invadir una indescriptible emoción y estaba extasiado de alegría; mientras el animal seguía balando desconsoladamente. La madre, todavía sorprendida por el regalo, le aconsejó a su hijo que fuera a buscar un biberón y un poco de leche en la cocina y que le diera de comer, porque tal vez tuviera hambre. Dahman, por la emoción, solo llegó a escuchar lo último. Saltó el obstáculo de la puerta con el animal en brazos y se dirigió a la cocina. Una vez dentro se dio cuenta de que no tenía biberón. Volvió a la jaima, dejó el cordero en el regazo de su hermana mientras le decía que iba a buscar un biberón, y salió corriendo. Poco rato después apareció con un viejo biberón. Hizo amago de coger el animal, que ahora estaba al lado de su madre, pero esta no le dejó, le dijo que trajera la leche y el agua de la cocina, para enseñarle como debía hacerlo. Esa misma tarde Dahman preparó el primer biberón a su nuevo amigo.
Pocas semanas después, los dos amigos eran inseparables. Si Dahman salía de la jaima, el cordero iba detrás de él. Dormían juntos y cuando salía del campamento por cualquier recado de su madre, ya que era el único hombre en la familia, su padre murió en la guerra, el corderito se sentaba en la puerta de la jaima y se iba asomando con cada ruido de motor que escuchaba hasta que llegaba su amigo, entonces corría hacia él. Pasaron los días y la amistad cada vez se iba consolidando. Dahman que antes nunca paraba por la jaima yendo con sus amigos excepto las horas de la comida, ya no salía si no era por algo urgente, y si iba a ver a su cuadrilla llevaba consigo a su amigo. Fabricó una pelota de trapos y pasaba el tiempo jugando con su amigo en la jaima, en la casa de adobe o en la pequeña duna que había entre estas dos. Cuando se encontraban después de una breve separación, el animal le saltaba en brazos y el niño le colmaba a besos y caricias.
Pasaron algunos meses en los que el cordero ya se hizo más grande y fuerte. Saltaba para jugar con su amigo de una manera como si estuviera rebotando, forma esta de saltar que le gustaba a Dahman. Lo llevaba consigo en el coche. Lo duchaba cada vez que se iba a duchar, y por cierto le seguía preparando biberones, aunque el animal ya podía comer.
Un día caluroso de julio y después de un año de amistad, Dahman tuvo que ir a la ciudad de Tinduf en el coche de un amigo que iba al mecánico para arreglar los frenos de su coche. Como no podía llevar el cordero consigo, lo dejó en la sombra de la cocina de su familia, le puso agua y comida, lo abrazó y lo beso en la cabeza, a sabiendas de que después el animal, a consecuencia del calor, se iba a refugiar en la jaima o en la casa de adobe.
Una hora más tarde, cuando madre e hija lavaban la ropa, llegaron dos hombres con vestimenta militar. Saludaron y en ese momento la madre los reconoció. Eran amigos de su marido. Devolvió el saludo y les invitó a entrar en la jaima. En ese momento la hermana dejó lo que estaba haciendo y se encaminó hacia la cocina. Preparó un cuenco de leche de cabra y dátiles y se los sirvió a los huéspedes. Una vez en la jaima saludó y le acercó a su madre los utensilios del té para que esta lo preparara. Mientras hacia eso, se acercó al oído de su madre y le preguntó que había que hacer de comida. La madre se quedó un rato en silencio pensando. Luego le comentó a su hija que no lo sabía ya que no tenían carne, y sin la carne no podían agasajar a sus huéspedes. Mirándose las dos en silencio en presencia de los visitantes llegaron a la triste conclusión de que debían sacrificar al animal.
La hermana salió dubitativa y temblando, como era posible que llegaran especialmente en este día en que ellas no tenían carne en la casa. Pero estaba convencida que en ese momento esta difícil y triste decisión era la única posible. Llamó al marido de la vecina y le pidió que sacrificara el animal. El hombre por un rato no la creyó, hasta que vio a los huéspedes en la jaima. Entonces cogió el cuchillo de la mano de la chica; rezó y pidió perdón a Dios por lo que iba hacer y, es que sabía que no solo iba a degollar al animal, sino también una hermosa amistad.
Después del té y una deliciosa comida, que la madre y su hija no probaron, llegó Dahman. Bajó del coche y se dirigió hacia la cocina con dos bolsas de carne de camello. Una vez dentro encontró a su hermana lavando los platos, quien le informó de que llegaron dos huéspedes y que estaban en la jaima. Pero no le quiso comentar nada de la desgracia sucedida en su ausencia. Pero a Dahman no le importaba la visita y por quien primero preguntó, fue por su amigo, le era extraño que no lo fuera a recibir al coche. Pero la hermana no supo que decir; quedo muda. Y su mutismo hizo sospechar a Dahman. Además le bastó una ojeada para ver la piel y las vísceras del animal en un barreño en una esquina de la cocina. Le empezó a arder el pecho de rabia, tiró las bolsas de carne que aún tenía en las manos y para calmar el tormento que se desató en su interior, salió corriendo de la cocina, subió en su coche, arrancó y se fue sin saber a donde. A las pocas aceleraciones estaba fuera del campamento, y por todos lados solo veía la inmensidad del desierto. Conducía a toda velocidad, las manos tiesas en el volante. Su rostro se llenó de rabia, se mordía los labios, lloraba sin consuelo, mientras pensaba en el cordero, y en la primera tarde en que se conocieron.



Tufi

1 comentario:

  1. Que triste historia...pero la tradicion primo sobre la razon ... :`(

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