domingo, 28 de febrero de 2010

la sombra en el exilio



" A quien aguante, le llegará la
sombra "
proverbio saharaui.

El exilio es un diluvio de la nada y una sequía de todo. Un día alguien puso a correr el cronómetro. El nuestro comenzó con el retumbar de las bombas, y la huida sin saber a donde. Rabuni nos era desconocido y el desierto en el que antes íbamos en busca de lluvias y pasto, ahora es un sendero hacia la nada. Y en su vastedad, proliferaron jaimas y esperas. Las mujeres y hombres construyeron de adobe, escuelas y hospitales, y pusieron, sin darse cuenta, la primera piedra de nuestra nostalgia. La lluvia se quedo balanceándose sobre nuestras cabezas y los pozos se convirtieron en el consuelo del alma. El tiempo prosiguió y se nos hizo insoportable su manía de dar vueltas. Los ancianos, para darse ánimos, se distrajeron con el crepúsculo y las damas. Y los niños, en cambio, iban cada mañana a las escuela con la inocencia entre las páginas de sus libros.
El poder estaba en su primavera y su camuflada dictadura aun respiraba. Después llegó el otoño que lo aletargó y su hojarasca se la llevó el siroco. En él aparecieron lagunas de olvido y ausencias de designios. Eran otros tiempos. Los que entonces éramos niños, creíamos que los hombres o eran militares o cobardes, y queríamos ser soldados. Pero el cronómetro siguió. Y aun dura la friolera de más de tres décadas. El exilio se hizo menos tolerable y nuestro refugio, que antes era sólido, precisó de desagravios. Nuestro hogar ahora es árido y sin ecos, y su silencio es usufructo del tiempo. Aun no hemos hecho puentes entre el pretérito de paces y el presente de esperas. Hoy las escuelas y hospitales son testigos silentes, en medio del desierto, de lo que un día fueron y ahora son; un vehemente resultado de la dejadez humana.
Por lo tanto, no es solo resistir como dice el dicho, hay que prevalecer a pesar del tiempo e intentar moverse para siempre estar a la sombra.

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